Por: Biol. Beatriz Astudillo
Atrás ha quedado la fascinación por las historias de cacería de los aztecas, de los apaches y de tribus africanas, en donde los jóvenes guerreros arriesgaban la vida venciendo a las fieras y luciendo sus garras, su piel o su cabeza, demostrando así el valor que poseían y obteniendo con este triunfo el reconocimiento en su comunidad.
Hoy, la ignorancia arrastrada por siglos en las historias que la gente cuenta y en las que ponen su fe, aunado a la costumbre de no indagar, ha puesto en peligro a muchas especies de animales mexicanos al atribuirles cualidades: mágicas, milagrosas, de estatus social, curativas y afrodisíacas. Nadie sabe cual es el origen de estas creencias, pero han acompañado al hombre a lo largo de su evolución.
En tiempos actuales, desmitificar esas falsas creencias, es prioritario para los educadores ambientales, pues no falta quien saque ganancias de esto y aproveche para capturar, sacrificar y traficar con las especies de fauna ya que si cuentan con la protección de las leyes mexicanas o internacionales, incrementan su precio en el mercado negro.
Nos enfrentamos a un problema de ideas arraigadas muy difícil de erradicar, las personas se resisten a distinguir entre lo que es la realidad y la ficción y son los animales quienes sufren por esta indecisión. Basta darse una vuelta por el área esotérica-herbolaria del “Mercado Grande” y tiendas naturistas donde podemos encontrar desde pomadas, lociones, polvo, cápsulas, ungüentos, etc. de boas, víboras, alacranes, avispas ralladas o trituradas en vino, así como patas de conejo, colibríes disecados y otros.
Las personas con o sin conciencia del grave daño que hacen en la merma de las poblaciones naturales de fauna, son las causantes indirectas de la situación alarmante a la que nos enfrentamos. Creer que el amor de la pareja, la salud, una vida sexual adecuada, o la buena suerte se puede obtener por medio de los amuletos y remedios de estos animales no mejora la vida de nadie.
Es inhumano sacrificar ilegalmente mapaches para obtener su cola, venados por su cornamenta, disecar tortugas y armadillos para adornar salas u oficinas; boas, víboras o cocodrilos para elaborar accesorios o prendas; hacer guisos de iguana, chango, sopa de erizos y que hay del saqueo a los nidos de huevos de tortugas, que en pro del mejoramiento de la actividad sexual, ha puesto a las tortugas en la punta del iceberg de la extinción de especies mexicanas. Adicionando que los operativos de la PROFEPA en Guerrero, no producen resultados optimistas, el panorama no se ve alentador.
En nuestro país existe el registro de que 53 especies de fauna se usan como afrodisíacos y medicinas sin ningún fundamento científico. Y los ejemplos varían de región en región, por ello es prioritario que la Secretaría de Educación en el Estado capacite a los profesores de nivel básico para que participen en la desmitificación de esta clase de prácticas antes de que tengamos que recordar a la fauna a través de archivos porque en su hábitat natural ya no se encuentren. Vamos, ¿qué culpa tiene un colibrí de las decisiones y preferencias de las personas en el amor?
jueves, 14 de junio de 2007
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