lunes, 17 de septiembre de 2007

La isla de La Roqueta


Por.: Beatriz Astudillo

Siendo Acapulqueña de nacimiento y proveniente de una familia cuyos orígenes datan desde el siglo XVIII en el puerto, me confieso ignorante de gran parte de la historia sociocultural de mi ciudad, he recorrido y disfrutado muchos lugares de la hermosa República Mexicana, cada uno de ellos me ha dejado un sin fin de experiencias enriquecedoras y me ha compartido la belleza natural con la que fue bendecido.

Pero Acapulco siempre ha estado ahí, voy y vengo a y de distintas ciudades, sin embargo el puerto me había parecido tan inamovible, fue hasta hace un par de años que al radicar definitivamente me he comprometido a trabajar para que la sociedad acapulqueña lo conozca y valore los recursos naturales de su casa. Es un camino largo y difícil el que emprendí como educadora ambiental y conservacionista, dentro de mis obstáculos están algunos docentes del sistema educativo nacional o los políticos quienes usan lo medioambiental solo en sus discursos sin que ejecuten acciones concretas en la conservación, vamos, sin que a la fecha haya resultados palpables.

El pasado fin de semana hice por primera vez un viaje a un lugar mágico…a la isla la roqueta, tuve la suerte de ir acompañada por dos amigos con quienes comparto el amor por la naturaleza y la participación en medios impresos: el oceanólogo Efrén García Villalvazo y el agroforesterólogo Roberto Otero Zaragoza. Nos dieron la bienvenida los olores fétidos provenientes de los baños de los restaurantes; observé árboles exóticos como el tabachín que amenazan con desplazar a la flora nativa además de envases y envolturas de comida chatarra por los senderos.

Esta isla es un espacio desaprovechado, con una inversión mínima puede convertirse en un jardín botánico, en un centro de educación ambiental (CEA), en campamento con prácticas de deportes extremos (bien planificado claro está) y otros, además puede ser parte integral del programa de la SEG en materia de medio ambiente. En la isla se encuentran árboles protegidos por la NOM-059-SEMARNAT-2001 y otros, de los que la población desconoce sus usos tradicionales y cuyo conocimiento debe formar parte de nuestra cultura.

La isla no debe ser rehén de las cooperativas lancheras, ni de los restauranteros, hay irregularidades visibles que pareciera que las autoridades pasan de largo. Acapulco tiene recursos naturales para competir en ecoturismo con otras ciudades, ya basta de copiar modelos inadecuados, el secreto consiste en resaltar su belleza natural, conocerla es el primer paso, valorarla el segundo. ¿Pero esto se podrá hacer algún día? Sí, cuando tengamos administradores gubernamentales visionarios, inteligentes con compromiso y amor por Acapulco.

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